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Junio del 2008
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28 de Junio, 2008, 13:32
Gracias a un mail de Vero, el jueves a última hora me enteré que nuestra querida Margaret, con total justicia, ganó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Los otros finalistas eran el escritor albanés Ismail Kadaré, el británico Ian McEwan y el español Juan Goytisolo. Pero finalmente el jurado se decidió por Margaret por su "espléndida obra literaria que ha explorado diferentes géneros con agudeza e ironía, y porque ella asume inteligentemente la tradición clásica, defiende la dignidad de las mujeres y denuncia situaciones de injusticia social". Ecologista, feminista, novelista y poeta, es considerada uno de los máximos exponentes de la literatura canadiense y de la narrativa actual: "ofrece en sus novelas su visión comprometida y crítica del mundo y la sociedad contemporáneos, mientras revela una extraordinaria sensibilidad en su abundante producción poética , género que cultiva con maestría". Ha publicado La mujer comestible (1969), Resurgir (1972), Doña Oráculo (1976), Life before man (1980), Ojo de gato (1988) y La novia ladrona (1993).
Para celebrar, les dejo aquí otro de sus magníficos poemas:
Una pintura de una localización en el plano
"Es un viaje sin fin a la vista, y sin fin después de todo; este lugar es sólo un oasis
que puedes ver como temporal, una estancia de una noche, si quedarnos te pone nervioso.
No tenemos nada que hacer aparte de lo que se necesita para seguir adelante con la vida: comemos, bebemos, nos acostamos juntos; si quieres más, puedes admirar el cielo, sereno como la noche antes de una guerra, unos pocos árboles secos y el vacío del desierto
adonde mañana saldremos de nuevo para dejar nuestro rastro en la arena que el viento cubrirá lo bastante deprisa junto con los huesos que no podemos evitar.
Podrías estar triste porque no hay más, o feliz porque hay al menos esto.
El sol calienta demasiado, el agua es mala, la comida es mínima, y todavía creo en el libre albedrío:
el banquete que comemos en esta neblina dorada de polvo es un animal muerto o una bendición
o las dos cosas. Toma tu vida en tus manos, mira cómo corre entre tus dedos como arena o tu propia sangre hacia la tierra que pisas
que está cubierta con piedras y está clara y nublada y si fin como el cielo.
Ahora sabes dónde estás."
Margaret Atwood, Luna nueva, Icaria Poesía, Barcelona, febrero 2000. Traducción: Luis Marigómez Marugán.
Imagen: Sueños del desierto - Stephan Bulan (Francia)
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14 de Junio, 2008, 16:21

La mudanza (2005)
"Hay un amor al extravío en todas las personas extraviadas, a la larga uno levanta su casa donde resulta que ha caído: arena, agua, barro, tierra firme. ¿Pero y si resultara posible la mudanza, si el movimiento no fuera una explosión que de improviso transporta las moléculas de un cuerpo de un lugar a otro lugar, si el movimiento fuera desprenderse como se desprende una gota de una rama, si fuera algo así de lento, así de irreversible?"
Claudia Masin, La mudanza en Poetas Argentinas (1961-1980), Selección y prólogo de Andi Nachon, Ediciones del Dock, Bs. As., 2007.
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13 de Junio, 2008, 19:18
"Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará. No tener ningún argumento para el libro, ninguna idea de libro es encontrarse, volver a encontrarse, delante de un libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada. Delante de algo así como una escritura viva y desnuda, como terrible, terrible de superar. Creo que la persona que escribe no tiene idea respecto al libro, que tiene las manos vacías, la cabeza vacía, y que, de esa aventura del libro, sólo conoce la escritra seca y desnuda, sin futuro, sin eco, lejana, con sus reglas de oro, elementales: la ortografía, el sentido. (...) Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir es también no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho porque es imposible hablar a alguien de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza en las direcciones que creíamos haber explorado, avanza hacia su propio destino y el de su autor, anonadado por su publicación: su separación, la separacíón del libro soñado, como el último hijo, siempre el más amado.
Un libro abierto también es la noche."
Marguerite Duras, Escribir, Tusquets Editores, Barcelona, 2000. Pgs. 22, 30 y 31.
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11 de Junio, 2008, 18:04

La casa natal
IV
"Y otra vez. Era de noche aún. El agua silenciosa fluía sobre el suelo negro, y comprendí que no tenía como tarea sino recordar, y reía. Me agachaba, tomaba del barro una brazada de ramas y hojas, y alzaba esa masa que se deslizaba en mis brazos cruzados contra mi corazón. Qué hacer de esa leña donde de tanta ausencia subía sin embargo el rumor del color, poco importa, yo iba de prisa, buscando al menos un cobertizo, bajo esa carga de ramas que tenían por todas partes ángulos, punzadas, puntas, gritos.
Y voces, que arrojaban sombras en el camino, donde me llamaban, y yo me volvía, corazón precipitado, sobre el camino vacío".
Yves Bonnefoy, La casa natal en Tarea de esperanza, Ed. Pre-textos, España, 2007. Traducción de Arturo Carrera.
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"Otra vez. Aún era de noche. Se deslizaba el agua en silencio por el suelo negro, y yo sabía que mi única tarea sería recordar, y me reía, me agachaba, cogía de entre el barro una brazada de hojas y de ramas, alzaba aquella masa, chorreante, apretando los brazos contra mi corazón. Qué hacer de aquella leña en que de tanta ausencia subía sin embargo el ruido del color, importa poco, yo iba con prisa, en busca de un porche al menos, bajo aquella carga de ramas que tenían por todas partes ángulos, prominencias, puntas, gritos.
Y voces, que proyectaban sombras en el camino, o me llamaban, y yo me volvía, precipitado el corazón, al camino vacío".
Yves Bonnefoy, La casa natal en Las tablas curvas, Ediciones Hiperión, Madrid, 2003. Traudcción de Jesús Muñárriz.
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7 de Junio, 2008, 13:33
"Qué ha ganado y qué ha perdido tu escritura tras la muerte de Raymond Carver?
Tras la muerte de Ray me quedé vacía, en el silencio más absoluto.No era capaz de expresar nada. Asique me fui muy paciente y acepte la situación. Esperé. Me pasé las noches viendo películas, sintiéndome totalmente vacía. No escribí nada en esoso seis meses./ Poco a poco empecé a percibir la acumulación de ciertas imágenes. Sabía también que para concentrarme en ellas tendría que encerrarme en mí misma, evitar todo tipo de compromiso social. Asi que dejé mis clases en la Universidad de Siracusa. Necesitaba encontrar la forma de expresar algo que sentía por primera vez, algo totalmente distinto./ Ese silencio del que te hablaba fue muy productivo porque estos poemas (Tess Gallagher se refiere aquí a los poemas que componen el libro El puente que cruza la luna), cuando surgieron, lo hicieron con una vibración especial (...) cuando vuelvo a releerlos, me doy cuenta que van más allá de lo que me veía capaz de hacer. Me resultan extraños en mi propia voz./ Es como si hubiera atravesado un umbral en ambas direcciones, como si se produjera un ensanchamiento del espacio, una interpenetración de espacios. Y sentía la gran fertilidad de ese espacio. A veces más de la que podía soportar. Una potencialidad creativa que me superaba.
Sentiste eso al poco tiempo de su muerte?
Si, tras la muerte de Ray, me asaltaban recuerdos como jabalinas, cuando menos me lo esperaba. De ahí surgen los poemas./ Me preguntabas también por lo que había perdido mi escritura tras la muerte de Ray. Pues muchas cosas compartidas con él, tanto en el arte como en la vida. Aquella delicia de ir corriendo a la habitación de al lado con un cheque y decirle "Mira ésto!". El también lo hacía. Apreciaba lo que yo hacía, le divertían las cosas que yo hacía y lo mismo me pasaba a mí con él. Eso ya no va a volver. La casa está muy silenciosa, sólo se oyen mis pasos, mis pensamientos, mis idas y venidas por ella. Pero, como ya dije, Ray se me hizo presente tras su muerte, de algún modo sentí su conciencia en mí. Eso es lo que trato de reflejar en estos poemas. Aquella vez una mariposa nocturna se vino hacia mí en el baño. Fue como una caricia de la vida, pero también me hizo estremecer con la fuerza de un presagio".
Tess Gallagher, Carver y yo, Bartleby Editores, Madrid, 2007. Extracto de una entrevista realizada por Gabrielle Idlet. Selección y traducción de Jaime Priede.
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1 de Junio, 2008, 21:28

Joan Miró
Punto de destino
"Tuvimos apenas unos pocos días, pero fueron muy largos. La luz cambiaba constantemente. Unos pocos días, repartidos en varios años, en el curso de una década.
Y cada encuentro se cargó de una sensación de exactitud, como si cada uno hubiera viajado, por su cuenta, una gran distancia; como si hubiera habido, después de todo, un punto de destino en todos esos años de errancia. No un lugar, sino un cuerpo, una voz.
Unos pocos días. Intensidad a la que nunca se le permitió convertirse en tolerancia o afecto aletargado.
Y durante años creí que esto era una absoluta maravilla; en mi cabeza, volvía una y otra vez a esos días, convencida de que eran el centro de mi vida amorosa.
Los días eran muy largos, como son largos ahora. Y los intervalos, las separaciones, puro embeleso, teñidas por una suerte de júbilo apasionado que parecía, de alguna manera, extender esos días, inseparable de ellos. Así que unas pocas horas podían ser toda una vida.
Unas pocas horas, un mundo que no se ampliaba ni se reducía, al que, en cualquier momento, era posible entrar-
Por eso, mucho después del fin podía volver a él sin problemas, vivir casi por completo en mi imaginación".
Louise Glück (New York, 1943). Este poema pertence a su libro Las siete edades, que la editorial Pre-textos publicará este año en España. Lo tomé del Diario de Poesía Nº 76 - mayo a agosto de 2008, Bs. As./ Rosario. La traducción -excelente- es de Mirta Rosenberg.
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