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Ensayos
Publicado el
26 de Marzo, 2009, 22:37
"(...) Todos los poemas auténticos contribuyen al trabajo de la poesía. Y el objetivo de este trabajo incesante es unir lo que la vida ha separado, o lo que la violencia ha desgarrado. Generalmente, el dolor físico sólo se puede aliviar o detener mediante la acción. Todos los demás dolores humanos, sin embargo, se deben a una forma u otra de separación. Y aquí el alivio es menos directo. La poesía no puede reparar niguna pérdida, pero desafía al espacio que separa. Y lo hace con su trabajo contínuo de reunir todo lo que ha quedado desperdigado".
John Berger, Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos, Hermann Blume, España, 1986.
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Publicado el
7 de Marzo, 2009, 15:19
"Nunca ha sido fácil aliviar el dolor. Generalmente han faltado los recursos adecuados: alimentos, medicinas, ropas, viviendas. Pero, al mismo tiempo, siempre ha sido fácil localizar las causas del dolor: hambre, enfermedad, frío, privación... En principio siempre ha sido más sencillo aliviar el dolor que dar placer o hacer feliz. Las zonas de dolor se localizan mucho más fácilmente. Con una enorme excepción: el dolor emocional de la pérdida, el dolor que ha roto el corazón. Este dolor ocupa el espacio de toda una vida. Puede haberse iniciado con un solo acontecimiento que ha producido un excedente de dolor. El que sufre se vuelve inconsolable. Y sin embargo, ¿qué otra cosa podría ser este dolor sino el reconocimiento de que lo que nos fue dado una vez como placer o felicidad nos ha sido irrevocablemente arrebatado? El don del placer es el primer misterio."John Berger, Y nuestros rostros mi vida, breves como fotos, Hermann Blume, Madrid, 1986.
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Publicado el
22 de Mayo, 2008, 16:02
"Me caigo de sueño. Caigo en el sueño, y si caigo, es por efecto del sueño. Como me caigo de cansancio. Como me caigo de aburrimiento. Como me caigo de angustia. Como caigo, en general. El sueño resume todas esas caídas, las reúne. Se anuncia y se emblematiza bajo la enseña de la caída, del descenso más o menos rápido o del hundimiento, del desfallecimiento. (...) Todos los durmientes caen en el mismo, idéntico y uniforme sueño. Pues este consiste precisamente en no diferenciarse. Por eso le conviene la noche, con la oscuridad y, asimismo, el silencio. Al igual, además, que una necesaria apatía: es menester que duerman las pasiones, los dolores o las alegrías y que también descanse el deseo, y el contacto mismo o el perfume de la cama, de sus sábanas y del compañero o la compañera, si los hay, con el cual uno/a duerme. (...) El dormir juntos no abre otra cosa que la posibilidad de penetrar en lo más íntimo del otro, a saber, justamente en su sueño. El sueño dichoso y lánguido de los amantes que se hunden juntos en él prolonga su espasmo amoroso en un largo suspenso, en un punto culminante mantenido hasta los límites de la disolución y la desaparición de su propio acuerdo: mezclados, sus cuerpos se desenredan insidiosamente, por muy entrelazados que puedan permanecer en ocasiones hasta el final del dormir, hasta el momento en que redescubran la alegría como si hubiera sido renovada a causa de su olvido... El dormir juntos equivale a compartir una inercia, una fuerza igual que mantiene juntos los dos cuerpos en su navegación como dos barcas estrechas que se alejan hacia la misma alta mar, el mismo horizonte sustraído una y otra vez y siempre en unas brumas que, en su indistinción, no permiten separar el alba del crepúsculo...".
Jean-Luc Nancy, Tumba de sueño, Amorrortu Editores, Bs. As., octubre 2007.
Imagen: Gente en la noche, de Joan Miró.
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